Naturaleza y fe para protegerse de las enfermedades

En los poblados del Camino Ancestral del Carrizal sus habitantes se han refugiado en las propiedades de las hierbas y los alimentos que cultivan para mantener y fortalecer su salud. Aislados y lejos de cualquier tipo de atención médica especializada, esperan que las emergencias médicas se mantengan lejos

“Yo no sé lo que es ir a un hospital”. Las palabras de Ramón Rivas, de 51 años de edad, parecen hacer vibrar el terreno sobre el que descansa su hogar. En lo alto de una loma reposa su vivienda, austera, que destaca en medio de un paisaje que fácilmente podría ser una obra impresionista, llena de montañas verdes y un cielo azul del más brillante. Pero es Barinas, Venezuela, específicamente en la aldea El Palón. Santa María de Canaguá, donde comienza el Camino Ancestral del Carrizal, quedó kilómetros atrás. El sonido de la voz de Ramón está acompañado de la sonoridad propia del lugar: el chirrido de sus cerdos y el cacareo de las gallinas que lo escoltan.

La soltura de Ramón al hablar embelesa. Todos permanecen en silencio mientras él, con una camisa de botones y el pecho descubierto, adornado por un rosario rosado que guinda de su cuello, se acomoda el sombrero y continúa su relato.“Mi papá tiene 77 años y nunca ha ido a un hospital”. Ramón asegura que él tampoco lo ha necesitado, a pesar de que sufrió una parálisis facial que desmejoró la visión de uno de sus ojos. Sonríe tras culminar cualquier frase, no oculta la emoción de recibir visita.

Ramón Rivas, habitante de El Palón
Ni ambulatorios ni farmacias, mucho menos hospitales o clínicas. En las cercanías de los pequeños poblados que se extienden a lo largo del Camino Ancestral del Carrizal no hay ni un solo centro médico al que los habitantes del piedemonte barinés o las entrañas montañosas de Mérida puedan acudir. La mayor parte del tiempo se refugian en la medicina tradicional, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) define como una suma de conocimientos, técnicas y prácticas fundamentadas en las teorías, creencias y experiencias propias de diferentes culturas, y que se utilizan para mantener la salud, tanto física como mental. Se escudan en las propiedades de las hierbas que abundan por sus caminos, en su creatividad y en lo natural de los alimentos que siembran sin emplear ningún agente químico que pueda estropear sus cualidades.

Gladys Gil, de 46 años de edad, y su esposo, Richard Guerrero, de 50, constantemente le agradecen a Dios mantenerlos con salud. A ellos y a sus nueve hijos. Ninguna emergencia médica o enfermedad ha perturbado la tranquilidad con la que viven en Santa María de Canaguá. Pedraza, el poblado más cercano que cuenta con atención médica primaria, se encuentra a 113 kilómetros de distancia, aproximadamente a una hora y 54 minutos de viaje en vehículo. El trayecto es casi el mismo hacia la capital de Barinas, donde cuentan con un sistema de salud más completo que el de Pedraza, pero profundamente afectado por la crisis hospitalaria que afecta a Venezuela, empeorada por la pandemia del covid-19.

Gladys Gil, dueña de la mucuposada Los Samanes, en Santa María de Canaguá
En junio de 2021, HumVenezuela, una plataforma desarrollada por la sociedad civil que se dedica al monitoreo, documentación y seguimiento de la Emergencia Humanitaria Compleja (EHC) que afecta al país, publicó un informe  de seguimiento de la situación venezolana en medio de la pandemia. La organización señala que la intensificación de la pandemia causó más estragos en el sistema de salud público ya deteriorado. 

“El sistema, que concentra el mayor número de establecimientos y camas del país, presentaba servicios con 70 % de inoperatividad al momento de llegar la pandemia (marzo de 2020). La dedicación de la mayor parte de los centros de salud, especialmente los hospitales públicos, a la atención de los casos de covid-19, ocasionó un aumento de inoperatividad en los servicios, principalmente por la falta de personal de salud capacitado. Los datos señalan que, para junio de 2021, aumentó a 20,4 millones el número de personas con problemas de salud de mayor prevalencia, sin incluir el covid-19”.

La mayoría de estas personas, empobrecidas y sin ninguna protección financiera para afrontar gastos de enfermedad, tiene dificultades para tener acceso a las medicinas debido a la escasez, precios elevados y suspensión indefinida de programas para tratamientos de alto costo. La pandemia agravó el cuadro de enfermedades en Venezuela. 

Este escenario de precariedad empeora por la escasez de combustible que afecta a todo el país. Los pobladores del Camino Ancestral del Carrizal no escapan de esta realidad. El transporte público ha mermado casi por completo, afirma Gladys. Donde está su hogar, en Santa María de Canaguá, comienza el camino ancestral pero también es el último punto al que tienen acceso los vehículos, por lo que trasladarse desde allí hacia cualquier otro sitio de Barinas se ha convertido en toda una odisea. Por ello, en una petición desesperada, esperan que se mantenga la ausencia de emergencias médicas.

“¿Cómo se traslada a una persona si lo amerita de emergencia? No se puede”. Gladys y su familia, sin acceso a medios de transportes públicos y servicios médicos oportunos, se entregan a la fe y a la medicina tradicional para mantenerse sanos.

Abandonar el camino para dar a luz

Las madres del Camino Ancestral del Carrizal se preparan con antelación durante su embarazo. Saben que en sus recónditos hogares no hay médico que pueda asistirlas en su labor de parto, por lo que antes de cumplirse los nueve meses de gestación parten hacia la capital de Barinas para que su recién nacido nazca bajo el cuidado especializado y crezca lo suficiente como para poder retornar a casa, camino adentro. Gladys, quien vive más cerca de Barinas, no tuvo que vivir  ese proceso. Pero sí fue la travesía que vivieron Rafaela Avendaño, habitante de la aldea El Ciénago, con sus 10 hijos; y Lucrecia Guerrero, de El Carrizal, con sus tres descendientes. 

Durante el embarazo, mientras las madres están en casa, corren el riesgo de que surja alguna emergencia que no pueda ser atendida a tiempo debido a lo recóndito e inaccesible de sus hogares. Aunque a ninguna le ha tocado atravesar algún infortunio como ese, es un riesgo que está latente y que deben aceptar desde que se enteran de que están encinta.

Habitantes de El Palón
El trayecto puede durar varios días. Con el embarazo a cuestas y sobre una mula, las futuras madres emprenden el recorrido hacia la ciudad, para recibir al nuevo miembro de la familia, quien tan solo un par de meses después regresará al camino, junto a ella, para llegar a su hogar. Tanto de ida, como de regreso, las mulas van cargadas con suficiente equipaje. Cuando sea momento de volver al camino ancestral todo debe estar preparado. Pañales, medicinas, alimento y todo lo que el recién nacido pueda necesitar debe ir empacado porque una vez en casa, no hay comercio de ningún tipo al que acudir en busca de provisiones. 

Este es el procedimiento que han adoptado las madres y sus familias en El Camino Ancestral del Carrizal. Depositan su confianza en que, haciéndolo de esa manera, sus hijos llegarán al mundo con la atención médica adecuada; sin embargo, el estado actual del sistema de salud venezolano amenaza este proceso, que en diversas regiones del país, y en múltiples ocasiones, se ha visto en riesgo bien sea por la inoperatividad de los centros médicos públicos,  la ausencia de personal especializado o la incapacidad de costear servicios en un recinto médico privado debido a la hiperinflación que asfixia a la población venezolana.

HumVenezuela resalta en su informe de junio de 2021 que las últimas estadísticas publicadas por el Estado en 2016 indicaban un colapso del sistema por fallas severas en las capacidades operativas y financieras, alta mortalidad hospitalaria, así como de muertes maternas e infantiles, y reaparición de epidemias, extendidas a casi todos los estados del país. Desde ese año no existen estadísticas públicas para conocer con detalle el impacto del colapso del sistema en la mortalidad y morbilidad de la población. 

En marzo de 2020 se estimaba que 14,8 millones de personas dejaron de contar con servicios de salud en el sistema sanitario público y también acceso al sector privado por la cancelación de seguros médicos debido a la hiperinflación. 73 % de la población se encontraba sin ninguna protección financiera para gastos de enfermedad y 47 % no contaba con medios económicos para cubrir estos gastos.

“Los hospitales públicos reportaban servicios con 69 % de inoperatividad. De una capacidad alcanzada de más de 40 mil camas, a  46,7 % subió las que estaban fuera de servicio. En 38 % se redujo la actividad de las salas de cirugía y 85 % de los equipos médicos estaban parados. La mayoría de las personas que eran atendidas en hospitales debían encargarse de los costos operativos frente a un 82 % de escasez de insumos y apenas 10 % de capacidad para realizar exámenes de laboratorio. Los bancos de sangre y unidades de transfusión arrastraban fallas operativas severas estimadas en un 79 %”.

Con la llegada de la pandemia, aumentó a 18,8 millones el número de personas que perdieron servicios de salud en el sistema sanitario público, pero también en el privado, puntualiza HumVenezuela.

Naturaleza, la medicina accesible

Modesta Monsalve, madre de Ramón Rivas, tiene 67 años de edad. Nació en Alto de la Aguada y allí sigue, en medio del Camino Ancestral del Carrizal. Llegar a la capital de Barinas para su control médico o la atención de alguna emergencia le toma un día completo, sin hacer pausas, con el riesgo de que su estado pueda empeorar en pleno trayecto. No corre riesgos, la verdad es que solo poquísimas veces sale de casa, muchas menos se traslada a la ciudad.
Modesta Monsalve, en Alto de la Aguada
Acostumbrada al clima y a la dicha de vivir entre naturaleza abundante, Modesta ha aprendido a aplacar los achaques de su edad sin salir de casa. No se preocupa por el frío, pues la mayor parte del tiempo se refugia en el calor de la leña ardiente con la que cocina en su estufa improvisada, y el techo de zinc de su casa la protege de la lluvia y en los días soleados. Así crió a sus ocho hijos y así se mantiene. 

Su alimentación consiste en vegetales abundantes y la proteína la obtiene de las gallinas, pollos y cerdos que cría. No está interesada en nada más. Para cualquier otro mal, la naturaleza siempre tendrá la respuesta. Es una creencia que comparte con su hijo mayor, Ramón, quien asegura que en estos caminos “no se enferma la gente”, y aunque luego aclara que puede que sí lo estén, no lo saben, no lo sienten. Andan, trabajan, y se mantienen, sin pesadumbres. Y ante la amenaza de cualquier mal, no hay “cambures maduros, caña y guarapo” que no puedan disiparla.

Sin acceso periódico a medicamentos, han optado por confiar por completo en las propiedades de hierbas y alimentos, especialmente frutas y hortalizas, y la paz que reina en el camino. “La vida en el campo es la más saludable”, enfatiza.

El Palón
El doctor venezolano Alexis Maldonado, internista, explica que, en efecto, el bienestar que se encuentra en este tipo de ecosistemas tiene que ver con varios factores. Uno de ellos es la disminución de lo que se conoce como estrés del cemento, presente en las ciudades, por el tráfico, la delincuencia, la rapidez que exige el estilo de vida citadino, entre otros aspectos. Se trata de un cúmulo de preocupaciones ausentes en espacios como los del camino ancestral, donde los tiempos, las rutinas y la cotidianidad se viven con más tranquilidad.

Es precisamente la ausencia de estas angustias lo que disminuye la aparición de enfermedades generadas por el estrés, como las cardiológicas, las cardiopatías, la hipertensión, la diabetes, la gastritis y un sinfín de padecimientos que se relacionan con estados continuos de estrés, incluidos el insomnio y los trastornos que afectan el sistema nervioso. En segundo lugar, el doctor Maldonado resalta la importancia de su dieta alimenticia, compuesta sobre todo por vegetales y productos naturales que ellos mismos cultivan, lo que se traduce en la ingesta de comidas balanceadas, ricas en vitaminas. Por último, destaca la constante actividad física, pues son personas que deben caminar largas distancias, limpiar tierras, recoger cosechas, entre otras tantas actividades típicas de la labor agricultora y de la ganadería, que implican un esfuerzo físico constante que previene el riesgo de obesidad, por ejemplo.

La combinación de todos estos factores disminuye, efectivamente, la incidencia de enfermedades. 

Sin embargo, el doctor Maldonado precisa que las poblaciones que viven aisladas, ahora más debido a la crisis de combustible, resultan más afectadas ante la necesidad de algún examen médico especializado o la compra de medicamentos necesarios. Reconoce que si bien la medicina tradicional puede contribuir en algunos casos, y se pueden aprovechar al máximo las propiedades de hierbas y hortalizas, un paciente que presente un diagnóstico que requiera el uso de distintos equipos para tratar correctamente la condición o un equipo médico especializado de emergencia, no los va a encontrar, y su salud estará en riesgo. 

Quienes viven en El Camino Ancestral del Carrizal son conscientes de esta realidad. La esquivan mientras la vida se los permite. Es así como pasan sus días, entre el trabajo y el agradecimiento de vivir en una tierra en la que encuentran paz y sustento, un paraíso que anhelan compartir con el resto de los venezolanos. Mientras tengan vida, esa será su alegría, compartir sus caminos, compartir su Venezuela.

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Créditos   Dirección general: Génesis Herrera e Irelis Durand   Textos: Génesis Herrera   Edición: Irelis Durand   Fotografías y material audiovisual: Víctor Salazar   Concepto gráfico, desarrollo y montaje: Mayerlin Perdomo, Abrahan Moncada, José Daniel Ramos y  Rubén Martínez   Gráficos: Julián Castillo

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